Rafael Grassi. Ojo por Ojo

11 de abril / 31 de mayo 2013

En su obra manifiesta una especial sensibilidad hacia toda forma de contaminación formal, conciliando un apego por la materia pictórica con una ilusión de perspectiva, o una figuración embustera, generando así una superficie llena de paradojas y diversidad cromática.

Si en las obras anteriores las imágenes fotográficas servían como punto de partida para dar pie a un proceso de abstracción y manipulación sucesiva, Ojo por Ojo alude a las relaciones no siempre fáciles entre pintura y fotografía.

Durante siglos la pintura gozó del monopolio casi exclusivo de la construcción de la imagen y su historia es paralela a la del pensamiento europeo, pero la llegada de la fotografía supuso un elemento perturbador al cuestionar el monopolio de la construcción de la imagen. A lo largo del tiempo la fotografía se ha impuesto a todas las otras modalidades de producción de imagen, pero convertida en uno de los instrumentos más eficaces de propaganda, permanece a menudo cautiva del empleo que los intereses económicos le imponen. Así la aceleración de su desarrollo técnico y la multiplicación de sus posibilidades, no hacen sino reducir cada vez más la conciencia de lo que fotografía, en beneficio de lo espectacular de lo fotografiado.

Frente a esto, la pintura concentra sus intereses en territorios fuera del alcance de la fotografía, búsqueda que la ha ido alejando del campo de la construcción de la imagen, actividad que había vertebrado desde hacía siglos su evolución.

Al reaccionar de este modo frente a la fotografía y emancipada de su deber de imagen, la pintura no ha hecho sino evidenciar su vitalidad, reafirmando la autonomía de sus medios, la materialidad de su presencia, y la propia conciencia de su producción. Frente a la aceleración de las posibilidades de producción de la maquina, se vuelve a la parte fundamental del problema, la conciencia de lo que se mira, de cómo se mira, y la lengua en la que esa conciencia traduce lo visto durante un momento en algo que será visible para siempre.

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Rafael Grassi