“Me dieron estos cepillos de madera en un taller en Suiza que tuvo que cerrar tras 136 años. El dueño se retiraba y a pesar de haber buscado un sucesor durante años, no pudo encontrar a nadie que continuara con su trabajo. Me gusta que los cepillos tengan diversas siluetas según su uso, esto los hace parecer humanos. Son cepillos sin cerdas, que carecen de utilidad, y están esperando, en las estanterías de la tienda durante años, a ser terminados por manos humanas. Pienso en ello mientras conecto los cepillos con mis hilos, y les doy una nueva vida”.