MORIS. LA CÁRCEL A CIELO ABIERTO

14 SEPT - 4 NOV

Los desplazamientos humanos han definido hasta el día de hoy la apariencia del mundo. Pareciera que el gran mecanismo no fuese aquel del flujo en sí, sino el del cómo ese flujo ha de maquillarse, bajo cualquier medio posible, para que los desplazamientos no alteren el supuesto orden, el cual precisamente no es otro sino aquel meticulosamente organizado para que de tal inercia surja energía. Una nueva forma legal de esclavitud, un camino que se transcurre en trance hacia una muerte silenciosa.

Dentro de esta colosal trama estructural, la urdimbre del arte se re-significa, dentro el pequeño esquema que Moris viene tejiendo desde hace una década como respuesta a esta vorágine de casas y efectos, ya no solo como ciudadano del subdesarrollo sino como partícipe del aspiracionismo que, dentro de tal infraestructura, se somete y se amolda alterando su proceso y producción. Es la obra el resultado de un sistema íntimo de supervivencia, y esta exhibición el montaje de un escenario que se yergue día con día con la esperanza de que sea el primero, o el último, dependiendo de la circunstancia. En el trabajo de Moris no hay puntos medios, no hay piedad ni redención. Sus personajes, los que intercambian camisetas, los que atraviesan país por país y lo siguen atravesando hasta llegar al oasis norteamericano, los que ayer fueron algo y hoy son portada de nota roja, no pueden ser solo imagen, son huella, son bandera.

En el espacio de la galería se dibujan aquellos desplazamientos y se va de sur a norte, como dicta la historia de la cartografía en que se determinó que el norte fuera siempre más poderoso y grande. Se va poblando de pequeñas casitas de cartón a manera de invasión, se alcanzan las distintas fronteras, banderas y telones en cuyas impresiones se adivinan los extremos opuestos de las cosas del mundo. Caricaturas que en otros tiempos hacían reír, hoy sus montajes devienen en lágrimas, y un segundo tomo enciclopédico del hambre, cuyas páginas son blancos sacos desarmados del Banco de México, en cuyo edificio los sanitarios están recubiertos con un material que asemeja el oro.

A cielo abierto significa que no hay cubierta, que la cárcel es el territorio, que el túnel -inexistente, pero que nos hace arrastrarnos- se recorre día con día en busca de la luz que no es esta que vemos, que tal vez no exista, que de eso se trata la vida misma, un gran teatro abierto, un gran cuaderno de ironías, de sátiras y de cinismo. Un mundo que privilegia la trampa y el dinero a cualquier costo necesita del arte para pausar y reconocerse en ese reflejo oscuro y deformado. Moris nos incita a contemplarnos, descarnados.

 

Fernando Carabajal

Artistas /

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